
Educar nuestra mente implica perfeccionar el funcionamiento cognitivo en general.
La habilidad de percibir, atender, aprender y recordar información, organizarla, planificarla, resolviendo problemas nos ayuda a mantenernos en “buen estado mental” y adaptarnos a nuestro entorno.
Entender y emplear el lenguaje, realizar cálculos mentales simples que nos facilitan la vida, son cuestiones en las que a veces, hasta que notamos que nos empiezan a fallar, no reparamos, pero son habilidades que nos ayudan a relacionarnos con nuestro entorno.
Reformar las habilidades cognitivas a través de ejercicios y actividades simples y de corta duración nos ayudarán no solo a mejorar la capacidad de respuesta frente a determinadas situaciones, sino a poder controlar y autorregular la propia conducta.